Son las 3 de la tarde del sábado 17 de agosto del 2019, Matt se dirige a casa después de comprar un libro. A una cuadra de llegar a la puerta, Dolly y Black -sus dos perros- no ladran, raro en ellos, siempre reconocen su aroma a la distancia. De pronto escucha unos llantos ligeros, Dolly dio a luz, piensa mientras acelera el paso y entra a la casa de una manera impropia de él.
El volumen del llanto incrementa paulatinamente. Una escena que nunca saldrá de su cabeza, su Dolly, una American bully, siendo madre por primera vez, mientras su Black, un Schnauzer, el hermano menor de Dolly, la mira fijamente vigilando que no le pase nada malo.
Pasaron unas horas, Dolly ya se encuentra en la cama que acomodaron para que esté con sus crías. Son ocho hermosos cachoros, todos parecidos a la madre que es color miel, excepto una, que nació plomo oscuro, la cual cautivó a Matt con su llanto, de la misma manera en que la sinfonía más hermosa enamora con su melodía.
Antes que nacieran, Matt dijo que se quedaría con un machito y lo llamaría Scott, pero el destino no tenía preparado eso para él, porque al ver a Chelsea -ese nombre le ha puesto- se dio cuenta que ella era su destino.
No podía imaginarse un mejor sábado que ese, quedó hechizado, encantado, embelesado y entusiasmado con los sucesos de ese día.
Va a ser medianoche, el sueño empieza a apoderarse de Matt, pero se levanta cada cinco minutos a causa de los llantos de los recién nacidos.
No se imaginaba que iba a dormir poco. No se imaginaba que iba a estar pensando todo el día en que cosas les va a comprar, no se imaginaba que lo único que quiere hacer es llegar a casa para estar con su Chelsea y sus hermanitos.
								
											



